Diminutos bosques pueden paliar la falta de áreas verdes y frenar el avance del desierto

Diminutos bosques pueden paliar la falta de áreas verdes

La fórmula para hacer crecer un bosque diminuto parece simple: un espacio similar al de una cancha de tenis, arbustos de distintos tipos y tamaños y una diversidad de árboles nativos (3 a 5 renovales por metro cuadrado). A esto se suma un suelo donde el sustrato original se mezcla con restos vegetales, abono animal y compuestos que ayudarán a absorber y retener el agua y enriquecer la tierra donde todo esto crecerá. Luego regar y esperar.

Dentro de 2 a 3 años se habrá obtenido un bosque con árboles de hasta 8 m de alto -10 veces más rápido que un bosque natural-, tres veces más denso que una plantación convencional y 100 veces más diverso. Además, este no requerirá mantención, fertilizantes, ni más riego que el que provee la naturaleza.

Shubhendu Sharma, ingeniero industrial y emprendedor social indio, es uno de los pioneros de la creación de estos minibosques a través de su consultora Afforestt. Desde 2011, está empeñado en devolverle al planeta los bosques nativos perdidos.

El déficit de áreas verdes urbanas, la creciente deforestación, la degradación de los suelos y el avance de los desiertos requieren que esto se haga rápido y los pequeños bosques comiencen a multiplicarse.

Una franja verde

Densos, frondosos, desordenados, diversos, acogedores con insectos, aves y otra fauna, Afforestt ha levantado estos bosques nativos en más de un centenar de lugares tan disímiles como el desierto de Rajastán, patios de casas, un parque en Holanda, edificios corporativos, sitios eriazos y más.

Sharma vendrá este mes a compartir su experiencia en el "IX Congreso Iberoamericano de Control de la Erosión y los Sedimentos" (Santiago, 26-28 septiembre), organizado por la Universidad de Chile, Unesco y la International Erosion Control Association. Desde Bangalore, India, explica a "El Mercurio" la base de la técnica que aplica y que aprendió del botánico japonés Akira Miyawaki.

"Usamos solo árboles nativos, porque estos crecen apoyándose entre sí, entonces lo hacen más rápido. Plantamos tres a cinco árboles por metro cuadrado, para así llenar todo el espacio, y eso hace que, al crecer, los individuos compitan por la luz solar, con lo que crecerán hacia arriba más rápido que si se plantaran distanciados".

Finalmente, el suelo se enriquece mezclándolo con biomasa local para ayudar a retener el agua y se introducen microorganismos que nutren la tierra.

"Lo que esto hace es cambiar la metodología de forestación: no se plantan árboles individuales, sino bosquetes para que los árboles se hagan más fuertes", dice el hidrólogo Pablo García Chevesich, presidente del congreso.

La Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Chile ya inició un piloto con boldos, peumos, quillayes y otros árboles nativos en un terreno totalmente árido y erosionado en Tiltil.

Para García los minibosques pueden ser una alternativa para enfrentar la degradación que afecta al 75% de nuestros suelos y el avance del desierto a un metro por año.

"Absolutamente. Y deberían hacerlo antes de que sea demasiado tarde", coincide Sharma. En este caso, añade, en vez de parches como se hace en la ciudad, "se planta una larga franja de bosque que puede bloquear en forma efectiva la expansión del desierto".

Últimas noticias